Pero la historia se repite y asimilas que juegan, que no buscan lo mismo que tú, pero si no escuchas las excusas no vives tranquila. Llega un punto en el que dejas de luchar por mucho que te importe la persona, te hartas de escuchar y esperas que den el paso hacía ti mientras decides si amoldarte a sus necesidades o empezar de cero y autoconvencerte de lo mucho que vales y de lo mucho que darían otros por ti. Normalmente a la larga, aunque duela, la segunda opción es la correcta.
Da igual lo que elija, el resultado es el mismo.
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