lunes, diciembre 20, 2010

La única verdad es que no hay verdad.

A partir de entonces las cosas fueron diferentes. Aquella vez estaba convencido de que en la historia de su vida acababa de haber un punto y aparte. Ni él la cogería más de la cintura, ni ella le abrazaría sin motivo aparente. Y digo aparente porque en realidad siempre tenía una razón por la que abrazarlo. Se querian y se tenian las ganas suficientes como para hacer de ellas una historia. Pero ya no. Para aquel entonces ya era demasiado tarde. Le sobraban los motivos para no fiarse de nadie, y ni mucho menos de ella, pero le faltaban las agallas necesarias para tirar adelante sin su "te quiero" de antes de irse a dormir. En aquel momento sacó a relucir todo el orgullo que habia estado tragando durante todo aquel tiempo atrás, y fue capaz de destrozar todo lo que le recordaba a ella, hasta su olor. Los días siguientes fueron una lucha constante entre lo que quería y lo que debía hacer, y a pesar de no encontrar el sentido a las cosas, supo elegir lo correcto y no autodestruirse con cosas que solo le perjudicaban.

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